La hora de Matthei
Axel Kaiser Fundación para el Progreso (internacional)
- T+
- T-
Axel Kaiser
Si las cosas continúan como están, Evelyn Matthei será la próxima Presidenta de Chile. El problema es que si ella gobierna como lo hizo Chile Vamos, fracasará. Chile no necesita un gobierno de centro, negociador y que busque caerle bien a la izquierda. Si quiere sobrevivir políticamente, Mathei tendrá que encabezar un gobierno portaliano, es decir, un régimen de autoridad fuerte, capaz de imponer el orden por la fuerza.
Para ello tendrá que ofrecer garantías a Fuerzas Armadas y policías, declarar como enemigos de Chile a la izquierda y sus aliados terroristas, y poner a los demás parlamentarios en jaque: o apoyan la recuperación de Chile dando respaldo legislativo a las fuerzas de seguridad y reformando el sistema procesal penal -además de limpiar al Poder Judicial y fiscalías de la putrefacción ideológica que los corrompe-, o están en contra de los chilenos decentes.
“Chile debe dar un golpe de timón. Ningún proyecto restaurador es gradual o centrista; la restauración, para ser tal, debe ser radical, firme y dura, o naufragará. Matthei podría tener éxito si está dispuesta a jugar en serio ese rol”.
¿Le suena extremo? Esta ha sido la fórmula de Javier Milei en Argentina y ha ido avanzando en casi todo lo que se propuso, manteniendo un nivel de popularidad por sobre 50%. La crisis actual no permite medias tintas ni ánimos dialoguistas. Llegó la hora de las soluciones concretas y rápidas. Es eso o el posible fin de la democracia que, a estas alturas, claramente ha resultado un fracaso para la vida diaria de los chilenos.
Nuestros súper demócratas se demoraron cuatro gobiernos en destrozar Chile luego de que el régimen cívico militar les devolviera voluntariamente el poder y con él un país sin problemas de delincuencia ni orden público y con la mayor tasa de crecimiento económico jamás registrada. Ahora les toca a los mismos “demócratas” que nos arruinaron demostrar que, dentro de las reglas de la democracia, tienen la capacidad de corregir el rumbo y crear las condiciones para un mejor país.
Nada de eso es posible sin un liderazgo fuerte, que no haga concesiones y que entienda que no se puede gobernar un país en crisis como si fueran tiempos normales. Un liderazgo así sería apoyado por la mayoría de la nación. Uno blando perderá rápidamente apoyo popular, no sólo porque no transmitirá la energía que la gente quiere ver, sino porque será totalmente incapaz de resolver ni uno solo de los problemas que nos aquejan.
Chile debe dar un golpe de timón. Ningún proyecto restaurador es gradual o centrista, sino todo lo contrario. La restauración, para ser tal, debe ser radical, firme y dura, o naufragará. Matthei podría tener éxito si está dispuesta a jugar en serio el rol de la restauración y va más allá de las palabras y lugares comunes como el simplón “condenamos la violencia” que ha caracterizado a la centroderecha durante años.
Si ella no está dispuesta a hacer lo que tiene que hacer, mejor que dé un paso al lado, porque el país no resiste el fracaso de otro gobierno más y menos aún de uno de derecha. La crisis de seguridad ha llegado a proporciones tales que se encuentra en juego la subsistencia misma del Estado a manos del crimen organizado y de dictaduras extranjeras como Venezuela, que tienen sus aliados políticos hoy en el gobierno.
El tiempo dirá si Matthei, en caso de ganar, habrá estado a la altura. Lo claro es que si efectivamente llegó su hora, no podrá titubear ni seguir el eterno camino del diálogo.